lunes, 30 de octubre de 2017

Poemas de tres momentos del día "Mañana, tarde, noche" del escritor Agustín Jiménez Peñas

MAÑANA
He despertado en un quinto piso de la calle Hilarión Eslava,
por supuesto, no estabas tú, ¿cómo podía esperar tanta dicha?.
No estabas tú en el baño, con esa molesta luz,
no estabas tú haciendo el zumo mientras retumba el telediario,
no estabas tú cubriéndome a besos, perdiendo tus manos entre la seda,
no gritabas llamando a mamá
ni estaba yo, cubriendo mi futuro con la almohada.
¿Qué se puede hacer?
Ahí reposan la Biblia y los libros de India,
¿recuerdas cuando los leía con la ilusión y la esperanza?.
Ducho el cuerpo, lo visto y bajo a la calle, es una calle bonita, aunque hayan llegado ya los transportistas.
Camino un poco, luego otro rato y al final, un buen tramo, con paso rápido. Llego a la Cafetería Galaxia, a la desaparecida, entro y pido un café. La primera vez que quedamos, te conté que allí hubo una trama, yo te impresionaba y tú reías.
Salgo de la cafetería. Miro el Arco del Triunfo,
¿recuerdas cuando viajamos a Roma?
¿no, verdad?
Nunca llegamos a ir a Roma.
Bajando por el parque, mi amigo paseaba y yo le hablaba.
Mirábamos el Guadarrama a lo lejos, como los poetas
que llevábamos en el corazón.
Yo me preguntaba si tú te aburrías de tanto hablarte.
Todavía no lo sé y ya han pasado varios y varios años.
Se supone que si las personas siguen quedando y siguen hablando es que están interesados
¿no?
Porque hay personas, tíos, amigos, hermanos que desaparecen de nuestra vida y eso es que no están interesados
¿no?
No es que no puedan, que no quieran, que no sepan, que no estén a la altura del amor o de las emociones o de todas esas cosas,
es que simplemente, no están interesados.
Aquellos tiempos eran bonitos: cuando fuimos a la Rosaleda, locos de juventud y bajamos del coche a oler rosas,
esto es inconcebible en la actualidad, parar el coche a oler rosas,
debe haber algo pecaminoso o siniestro o aciago o raro o políticamente incorrecto porque hoy en día la gente desconfía de los poetas y de los sensibles y de los músicos y muy especialmente porque son los más peligrosos, de los místicos
y nosotros allí olíamos rosas, nuestras primeras rosas de la vida, tras haber ido a comer, para luego volver al coche con el único objetivo de seguir devorando la ciudad porque eso hacíamos entonces, devorar la ciudad.
No hablemos de lo que pasa ahora.
Y no hablemos porque yo al menos soy un privilegiado, soy de los pocos que hoy en día tiene un Espíritu al que aferrarse como un can a su único hueso.
¡Qué tiempos cuando enfrente del Arco del que hablé antes nos topamos con el grupo de chicas!, y sonreímos y bromeamos y no hubo más.
Fue tan bello…¿por qué la suciedad siempre espera más?.
Me detengo en una librería, allí siguen las ideas y la imagen de tú, mi amiga, que compraste para mí el famoso
Adiós a la culpa
¿que por qué tenía culpa?, ¿que si tenía culpa?
Eso ya se pasó. Pero al pasar por aquí, recuerdo tu silencio, recuerdo tu ayuda, las montañas nevadas, los ríos que corretean por el Guadarrama
y veo que vas dentro de mí.
Más o menos a las doce horas tomo un vino. Y lo tiro, nunca tomé vino y nunca me ha gustado
¿por qué lo tomo ahora?
La inconsciencia de aferrarse,
¿sigo pensando que el sabor de un trago de licor me va a devolver instantáneamente a mi familia?


TARDE
En la tarde, solíamos navegar.
Nos gustaba recorrer como bohemios las cafeterías y tomar té,
quizá porque nos recordaba a China.
Al final yo sí que fui a China, ¿te lo dije?
Sí, me casé y fuimos a China.
Callo y tomo el maldito brebaje.
A ese restaurante fui con mi mujer porque un día estuve con ese amigo.
Me encantaba eso de los dragones y los peces de colores.
Me encantaba desde la terraza de Rosales, ver el Templo de Debod, ver el parque, la carretera que estiraba el momento desde aquí a la felicidad, los coches que, pequeños, la recorrían, hasta llegar a las montañas, a los pueblos entrañables sin saber por qué , sin motivo,
como cuando lloré al ver una ópera china.
Todo para mí me recordaba algo entrañable, algo seductor, Egipto, las montañas, la tarde, el mar de la China, algo que sigo sin entender.
Subíamos Ferraz y parábamos en el bar donde se hablaba todo secretamente, allí me presentaste a días de futuro, vino tu novia, y yo por primera vez en la vida
me sentía acompañado. Un joven que ya no está solo.


NOCHE
La noche siempre era la de las miradas fijamente, ¿qué pensarías?, volábamos con el coche a patinar sobre el lago, a bailar en una boda africana, a abrazarnos en un portal de Moncloa, recorríamos la Dehesa de la Villa, hablando y hablando, ¡por fin sentía escuchada toda mi sensibilidad!, y parecía que te gustaba porque callabas…y andabas…callabas y andabas…allí nací al amor doblemente, en la madrugaba me abrazabas y sonreías, sin embargo yo no te sentía, ¿yo?, ¿tú?, ¿de quién era la culpa si es que había alguna?.
La noche más feliz fue en la que te llevé a cenar. Siempre había soñado con llevar al Faro a una chica rubia, de melena lisa, larga, sonriente, de ojos profundos que le gustara mi compañía. Menuda decepción cuando en el Faro desde el que se veía toda la Ciudad Universitaria y la adorada sierra, no se daban cenas, tan sólo gemía, fría y rupturista, una máquina de Coca-colas. No lo superé como nunca superé que nunca llegaras. Que nunca vinieras, que te quedaras en eso, en eso, en una quimera.
Parece que nunca has sido feliz, me dice el camarero y me lo dice con sorna o quizá con desprecio, él que madruga y trabaja tanto mientras que yo sólo hablo de los que se han ido, de los momentos, de las personas.

Sí, eso parece, respondo.

AGUSTÍN JIMÉNEZ PEÑAS

martes, 17 de octubre de 2017

Breve recordatorio de la utilización de las comillas simples





Las comillas simples (‘’) se escriben en la parte alta del renglón y se emplearán después de las comillas angulares («») y las comillas inglesas (“”), esto es, en último lugar:

 «Varinia me dijo: No pongas ese cacharro nunca más».



martes, 10 de octubre de 2017

El trabajo del corrector ortográfico

Un corrector, por supuesto, revisa la ortografía, los signos de puntuación, la gramática de un texto. Pero no termina ahí su tarea. También se encarga de que un texto, además de correcto, sea preciso. Combate las redundancias, las ambigüedades y el abuso de los verbos comodines («decir», «tener», «haber», «poner»…). Comprueba la coherencia tipográfica del texto, el uso de mayúsculas, la ortografía de los nombres de personas y lugares y se asegura de que los términos técnicos estén empleados con propiedad. Propone cambios léxicos cuando la palabra elegida conlleva connotaciones no deseadas y controla el uso inadecuado de cultismos («climatología» por «clima»). Y todo ello lo hace conservando el estilo personal del autor del texto. En pocas palabras: el escritor desarrolla una idea, compone una historia o explica una teoría; el corrector se encarga de que ese mensaje se transmita al lector de forma correcta, clara y eficaz.
Por supuesto, el corrector no es infalible. Aunque suele ser una persona perfeccionista y minuciosa, siempre existe la posibilidad de que se le escape alguna errata. Pero también, más incluso que en otros trabajos, la experiencia juega a su favor, y a lo largo de su carrera va desarrollando un ojo más agudo, algunos trucos de oficio y un insaciable afán de aprender hasta el último día que ejerza su profesión. Este es, de hecho, uno de los mayores encantos de este trabajo: que cada día es diferente y se aprenden cosas nuevas.

Cualidades que reúne un buen corrector de textos

  • No teme al silencio ni a la soledad. De hecho, la elevada concentración que requiere su trabajo a menudo le lleva a aislarse durante el desarrollo de su actividad.
  • Duda de todo, incluso de sí mismo. Es un especialista de la lengua, pero eso no quiere decir que lo sepa todo: un buen corrector se acompaña de diccionarios y obras especializadas y consulta constantemente los recursos virtuales. A menudo comprueba casi cada palabra de una frase.
  • Es una persona curiosa, con cultura general, por supuesto, pero especialmente con muchas ganas de aprender sobre toda clase de materias.
  • Tiene buen oído para buscar la cadencia idónea en el texto.
  • Es paciente: a menudo es un trabajo arduo y algunas erratas pondrán sus nervios a prueba.
  • Es una persona firme para defender la limpieza del texto, pero flexible para entender los intereses particulares de cada autor.
  • Siente un gran amor por la lectura y por la palabra escrita.

sábado, 7 de octubre de 2017

Normas a seguir al escribir diálogos en las novelas

Si el personaje no sigue hablando tras el comentario del narrador

En tal caso, abriremos el comentario con la raya y lo cerraremos con un punto, sin raya de cierre. Veamos los diferentes casos que nos podemos encontrar.

Con verbo dicendi.

Dependerá del elemento que preceda a la raya:
Si es un signo de interrogación, exclamación o puntos suspensivos
Estos signos se escribirán antes de la raya y separados de ella por un espacio.
Manuel, ¿dónde te habías metido? preguntó Ana.
En el resto de casos
No habrá signo entre el último elemento de la intervención del personaje y la raya, aunque sí espacio. 
Su salud es lo único que me importa aseguró su marido. Es decir, que sería incorrecto poner un punto tras importa.

Sin verbo dicendi

A la raya siempre la precederá un signo, sea punto, signo de interrogación o exclamación o bien puntos suspensivos. En este caso, la primera palabra del comentario irá en mayúscula.
    • Tengo miedo a fracasar. Tomó un trago y se levantó—. ¿Qué será de mí? —Un suspiro conmovió a los presentes.

Si el personaje continúa hablando tras el comentario del narrador

Cerraremos el comentario con una raya que irá pegada al elemento que la precede. Igual que antes, veamos las diferentes situaciones que pueden darse:

Con verbo dicendi

Dependerá del elemento que preceda a la raya:
Si se introduce el comentario en medio de una frase del personaje.
El comentario se enmarca entre rayas. La de apertura, separada del elemento que la precede; la de cierre, del posterior.
La vida dijo su madre es como una caja de bombones…
Si debe haber punto, coma, punto y coma o dos puntos tras la frase interrumpida.
El signo irá después de la raya de cierre y pegado a ella. La palabra que lo siga irá en mayúscula si el signo es un punto y en minúscula en el resto de casos.
No sé qué decirte respondió Marcos. Lo veo difícil.
Es muy posible aseguró; sin embargo, espero que no ocurra.
No me parece bien protestó mi hermana, pero lo haré.
Te lo digo en serio dijo con el rostro desencajado: estás en peligro.
Con respecto a los dos puntos, también hay que ponerlos cuando el narrador interrumpe la frase del personaje y luego introduce su continuación. En este caso, la palabra que los siga irá en mayúscula:
¡Vete! gritó antes de añadir: Te lo pido por favor.

Sin verbo dicendi

Casos:
Si se introduce el comentario en medio de una frase del personaje.
Igual que en el caso de los verbos dicendi. El comentario se enmarca entre rayas y separado del enunciado del personaje. ¡Ah! La primera palabra iría en minúscula, tanto la del propio comentario como, por supuesto, la que continúa la frase del personaje, siempre y cuando no esté precedida por ningún signo de puntuación o este sea una coma, punto y coma o dos puntos.
¿Qué vamos a hacer sus ojos se humedecieron sin su apoyo?
No te lo vas a creer buscó algo en su bolsillo, pero lo tengo.
Si el comentario se introduce tras una frase completa del personaje.
En este caso, esa frase se cerrará con un punto, signo de cierre de interrogación o exclamación o puntos suspensivos; la primera palabra del comentario irá en mayúsculas y pondremos punto tras la raya de cierre:
Come tranquila. Miró el reloj. Tenemos tiempo de sobra.
¡Adiós, cariño! Slevantó para abrazarla. Ve con cuidado.
Ojo… Sacó una navaja de su bolsillo. No estoy para bromas.
Como en el caso de los dicendi, si el narrador introduce la siguiente frase del personaje, pondremos dos puntos tras la raya de cierre y la siguiente palabra irá en mayúscula:
—¡Cuidado! —Mamá corrió hacia mí y dijo—: Tú eres tonto, chaval.

¿Y si la intervención del personaje dura varios párrafos?

En este caso, la raya solo aparecería al inicio del primer párrafo. Para indicar el comienzo de los siguientes, utilizaríamos las comillas de seguir (»), que hay que buscar en Word como la raya: InsertarSímbolo-Más símbolos. Buscar en la pestaña que nos aparece por defecto en el cuadro Símbolo.
            Recuerdo que el sol estaba a punto de ponerse. Sin embargo, yo cada vez tenía más y más calor…
            »Creo que fue entonces cuando me caí. Estaba borracho como una cuba. Cuando me desperté…
            »…

Extraído del blog del escritor Teo Palacios